Hace unos días asistimos a un nuevo atropello hacia el sector. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) respaldó que los productos de origen vegetal puedan ser etiquetados como ‘hamburguesa’, ‘salchicha’ o ‘bistec’ sin que ningún país de la UE lo prohíba, salvo que se adopte una denominación jurídica concreta para esos alimentos. Sin embargo, se podría vetar el uso del nombre si el país establece oficialmente una denominación legal específica para tales productos.
Tal atrocidad ataca una vez más al sector, ya de por sí, más controlado en cuanto a regulación de la UE. El consumidor, principal perjudicado ante esta desfachatez, se encuentra indefenso ante la publicidad engañosa.
El etiquetado debe contener los ingredientes del producto, por supuesto, y además estamos muy de acuerdo, pero debe ofrecer claridad aún mayor sobre el propio nombre del mismo: los productos por su nombre.
Al pan, pan; a la carne, carne
Reza un dicho en nuestro país que dice: “Al pan, pan y al vino, vino; ¿y a la carne? Pues carne”. No podemos jugar a la confusión, y mucho menos si encima nos denostan a la hora de calificarnos.
Pero sí que nos usurpan nuestro nombre, nuestra denominación, nuestra identidad. No estamos en contra de los productos vegetales. Comprendemos el mercado y, por tanto, respetamos la oferta, pero no estamos de acuerdo. Y más aún, si no te ‘caemos bien’, pues ofrece tu producto sin perjudicarnos a nosotros.
Lo que pasa aquí es que se construye una ‘realidad’ que supuestamente sabe y contiene la textura de algo que ya existe, ¿se entiende? Pues algo complicado, porque el mercado vegetal tiene su espacio, sus consumidores y, de hecho, se comparten con el sector cárnico, pero no a base de confundirles, desinformarles y, a nuestro juicio, estafarles.
Es por ello que, desde el sector y los agentes que formamos parte de este ecosistema de la carne, consideramos que hay que defender el espacio sin enfrentarnos a otro tipo de productos, pero considerando que nuestra identidad tiene que mantenerse y protegerse.
Diferenciación en el supermercado
Un consumidor identifica a las hamburguesas con la carne, no hay más; el resto es jugar al despiste, al engaño y a la confusión. Hay que convencer al consumidor para vencer en el mercado, y los encargados de legislar deben entender que la mejor manera de no confundir es diferenciando tanto en la identidad del producto como en su colocación en el mercado.
Son productos diferentes, no deberían estar próximos. La hamburguesa de pollo es un producto tan alejado del sucedáneo de lentejas que pretende imitar en forma y sabor a la propia hamburguesa; es por ello que, como prevención para el usuario, debería estar en la zona de vegetales, porque es un vegetal, ¿no?