La relación entre el consumo de carne y la salud lleva años siendo un tema polémico y ampliamente discutido en el ámbito científico y médico.
A pesar de que algunas voces promueven dietas sin productos de origen animal, diversos estudios y expertos señalan que la carne tiene un rol fundamental en una dieta equilibrada y que puede aportar beneficios importantes para el bienestar y la longevidad.
Es ilustrativo el enfoque de la Dra. Georgia Ede, psiquiatra de Harvard especializada en nutrición y salud mental, quien ha defendido en repetidas ocasiones la inclusión de carne en nuestra dieta. En un artículo de La Razón, Ede argumenta que la carne en sus múltiples variantes puede ser beneficiosa para el organismo, especialmente en el contexto de una sociedad avanzada que debe enfrentar retos de salud mental y física cada vez más complejos.
Consumo creciente
Esto no es una postura aislada, sino que viene respaldada por estudios sólidos, como el realizado en 2022 por la Universidad de Adelaida, que evaluó el consumo de carne en 175 países y concluyó que no solo es positivo para la salud, sino que también puede tener un impacto en la esperanza de vida a nivel comunitario.
Las cifras globales reflejan esta relación. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la producción mundial de carne alcanzó las 361 millones de toneladas en 2023, equivalente a un consumo medio de 118,6 gramos por persona al día. Este dato nos habla de un consumo elevado y proyectado en aumento para los próximos años, con una subida estimada del 14 % para 2030.
Países como Hong Kong, Islandia y Macao lideran el consumo de carne, mientras que en EE.UU. y China el pollo se mantiene como la opción más demandada en números absolutos, reflejando las preferencias alimentarias que varían considerablemente de una región a otra.
Calidad sobre cantidad
No obstante, no podemos ignorar que este consumo elevado trae consigo una responsabilidad compartida entre consumidores y productores: la necesidad de mejorar la calidad de la carne, como ya se expuso en una jornada que tuvo lugar en Madrid donde se debatió sobre el futuro de la carne.
En lugar de fomentar la eliminación total de este alimento de la dieta, como algunos sectores proponen, el enfoque debe estar en promover una oferta de mayor calidad y, al mismo tiempo, una mayor diversidad de productos cárnicos que respondan a las necesidades nutricionales y culturales de cada región.
El desafío actual, en definitiva, no es eliminar la carne de nuestras mesas, sino asegurarnos de que el consumo vaya alineado con una producción sostenible y de calidad, que brinde una oferta saludable y responsable con el planeta.
Así, el debate sobre el consumo de carne puede pasar de ser una cuestión de «sí o no» a una discusión más enriquecedora sobre cómo mejorar lo que consumimos y cómo apoyar al sector en una evolución hacia prácticas que beneficien tanto a las personas como al mundo donde vivimos.